28 junio 2007

pamplona 1


Mi querido Enrique Andrés me pide que incluya como entradas dos apuntes que aparecen en los comentarios de ayer a Una cosa rara:


Juan Manuel, ¿conoces mi poema También mueren caballos en combate? Cuando lo escribí, en el 82, nunca había visto caballos muy de cerca. Medio año después, la vida, en forma de servicio militar, me llevó a Pamplona, donde aprendí a limpiar mulos y cuadras, y donde vi por vez primera, y muy de cerca, cómo mueren los caballos. En Pamplona, también aprendí a montar, y allí, no en durmen sus un chivau, como Guillermo de Aquitania, porque mi destreza ecuestre y mi capacidad poética nunca han dado para tanto, pero sí bien despierto a lomos de uno de ellos, imaginé varios de los versos de ese San Luis que hoy me has recordado y que, a su vez, me ha hecho recordar esta pequeña historia. Pero es que, además, la cosa no termina ahí. La vida, al cabo de los años, me ha traído a la tierra de la última cabalgada del rey santo. Muy a menudo, paso junto a la colina de Byrsa, en Cartago, donde se cree que murió, y no puedo evitar que ese jinete de luz en la hora oscura me venga siempre a la memoria.

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26 junio 2007

recuerda

Pasado el tiempo, recuerda
que una mañana de otoño,
mientras me acercaba a Génova,
iba pensando en nosotros.
Los montes agonizantes
en el día luminoso
eran rojos como heridas
y eran rojos como el oro.
Recuerda el azul no visto
que veías por mis ojos
una remota mañana
de un inexplicable otoño.

(Porta Principe, octubre de 2003-Mutuelleville, junio de 2007)

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13 junio 2007

y toda la noche en vela

Tempranas calles de junio
lavadas por las tormentas,
yo por vosotras vagando
herido de primavera
y ella remota en su alcoba
de Puerto Rico la muerta,
sintiendo el aire de junio
lavado por las tormentas,
con las luces apagadas
y las ventanas abiertas,
con los visillos al viento
y toda la noche en vela.
¡Ay amanecer de junio,
ay mañanita sin ella!

(2004-2007)

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11 junio 2007

la melodía

Escucho la Sonata para violín y piano de César Franck, sus apasionadas repeticiones. Los que no sabemos casi nada de música apreciamos que se nos diga una y otra vez lo mismo, aunque sea con ligeras diferencias. Necesitamos una melodía que se adueñe de nosotros y esperamos esa cosa tan simple: que vuelva, que la melodía sea melodía. Al terminar el concierto, la violinista me dice que esta sonata describe la historia de un amor, desde sus titubeantes inicios hasta la plenitud del cuarto movimiento, pasando por todos los vaivenes, por todas las dificultades que encuentran a su paso los enamorados. Sin embargo, mi oído y mi alma han escuchado otra cosa; han escuchado la historia de la ansiedad infinita, que da vueltas y vueltas sin sentido; han escuchado la ansiedad, su melodía.

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01 junio 2007

perdieron sus flores

¡Los jacarandás de Túnez,
los jacarandás!
Perdieron sus flores
los jacarandás.

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