23 noviembre 2007

deuda

La jarcha que, entre otras transcripciones, tiene estas dos: "¿Ki tuelle me ma alma? / ¿Ki kere ma alma?" y "¡Ke tuelle me ma ‘alma! / ¡Ke kità me ma ‘alma?" (García Gómez); y que, entre muchas interpretaciones, puede tener también estas otras dos: "¿Quién me quita el alma? / ¿Quién quiere mi alma?" (García Gómez y Galmés de Fuentes) y "¡Que me quita el alma! / ¡Que me arrebata mi alma!" o "¡Que se me va mi alma!" (García Gómez), es, para mí, una de las piezas más emotivas de la literatura romance. Prácticamente, la poesía española empieza en los labios de esa doncella que ve angustiada cómo se aleja su alma; de esa doncella que acaba de descubrir que la contrapartida de amar es perder el alma. En 2000, compuse este poema, en el que resuenan, voluntariamente, esos versos tan antiguos, tan de siempre, tan verdaderos:

Me has arrancado el alma: ya no es mía.
Y, desde que no es mía, mi alma vive.
Era un lugar equivocado y pobre
como los sitios donde no me viste.
Si lo terrible debe ser hermoso,
no era terrible porque no era hermosa.
Dije que las trincheras la cruzaban,
pero no había luz ni ruido en ella
y un campo de batalla es luz y ruido.
Podía ser un páramo, un fragmento
desolado de tiempo o la tristeza,
pero en esos espacios hay sentido
y orden e incluso vida vigorosa.
Y mi alma era lo menos o la nada,
no la torre caída, ni el pantano
donde nunca hubo torres, sino menos,
un no del que no puedo decir nada.
(de Entre el muro y el foso, 2007)

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