14 julio 2008

que apenas sé dónde estoy

Si ai perdut mon saber
qu’a penas sai on m’estau,
ni sai d’on ven ni on vau,
ni que·m fauc le jorn ni·l ser;
e soi d’aital captinensa
que no velh ni posc dormir,
ni·m plai viure ni morir,
ni mal ni be no m’agensa.

(Ponç d’Ortafà, c.1170-c.1246)


La traducción de Martín de Riquer: “He perdido tanto mi saber, que apenas sé dónde estoy, ni sé de dónde vengo ni a dónde voy, ni que hago de día ni de noche; y soy de tal condición, que ni velo ni puedo dormir, ni me place vivir ni morir, ni me agradan bien ni mal”. Y esta versión mía, deudora de la suya, en la que, entre otras cosas, no he podido salvar ni esos fascinantes níes ni esos noes:

Tanto he perdido el saber
que apenas sé dónde estoy;
no sé si vengo o si voy,
ni qué hago o dejo de hacer;
y mi condición es tal
que odio velar y dormir;
vivir me duele y morir,
y el bien desprecio y el mal.

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11 julio 2008

jenófanes veintidós

¿Dónde naciste?
¿Qué edad tenías
cuando los medos
avasallaron
nuestras ciudades?
¿Qué te ha traído
al fin del mundo
y de las horas,
al pobre vino
y al fuego escaso?

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08 julio 2008

hesíodo 1

El ruiseñor gime entre las garras del gavilán, y éste le dice que ahora está en su poder, que puede matarlo o devolverle la libertad. A partir de aquí, de este caso extremo, la llamada a la justicia que hace Hesíodo puede confundirse con una llamada a la buena voluntad del más fuerte. La justicia de los hombres nacería con la respuesta positiva a una petición de clemencia y contaminada irremediablemente por la arbitrariedad. Hesíodo enumera a continuación los bienes que dispensa la justicia a los justos y los males que la iniquidad depara a los inicuos; expresa también su confianza en la justicia divina, pero a sus hermosas palabras les cuesta disipar el profundo escepticismo que transmite el ejemplo del ruiseñor y el gavilán, luchar contra su fuerza y hacer creíble la esperanza.

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07 julio 2008

versos y ruinas

No me gusta ir a la playa, pero el sábado pasé dos horas inolvidables en la de Mahdia con los Erga de Hesíodo. Oía el mar de Homero, pero con los pies en la tierra. Todo era ahora. El domingo, sin embargo, El Jem no me dijo lo que quería que me dijese. El tercer anfiteatro más grande del Imperio, después de los de Roma y Capua, y uno de los mejor conservados, pero mi imaginación andaba en otras cosas.

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