contra utopia
No es la ingenuidad, como se suele decir, sino la estupidez, lo que caracteriza a una utopía y a todo el pensamiento utópico. Y no una estupidez cualquiera, sino la estupidez criminal. El utopista está convencido de que usted y yo no somos libres; o peor aún, de que lo somos y tenemos que dejar de serlo. Y eso, por si sólo, ya es criminal. Poner en circulación una utopía es criminal; adherirse a ella y hacer proselitismo es asociarse en el crimen y para el crimen, como se ha visto sobradamente a lo largo del siglo pasado. Un partido utopista dispuesto a llevar a cabo sus planes se diferencia de una organización mafiosa en que la segunda vive de espaldas a la ley, mientras que el primero quiere ser la única ley. En una sociedad normal, sólo los delincuentes están fuera de la ley; en una sociedad utópica, hay que eliminar a todas las personas normales, a todos los hombres libres, para que se cumpla la ley, la ley de los delincuentes, la ley de los paranoicos y sus esclavos.
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