07 septiembre 2020

el frente occidental

Los taludes, los cráteres del quince,
los fangales, las minas desertadas,
las brumas y la grande polvareda
de la parís-roubaix. Las catedrales
con sus cruces de hierro y sus madonas
de plata, los altares desertados
y la tapicería interrumpida,
a medias en el corazón de europa,
a medias entre ser y enemistarse
consigo misma y conseguir muy poco,
por más que fuese Dios el desafío
y se aspirase a todo por lo tanto.
La inagotable y sabia artillería:
te gustan esas cosas, cuando el tiempo
se acorta entre un impacto y el siguiente,
y ya no hay miedo, sólo estruendo y gozo.
Música de los campos que enfermaron,
hermosa música de europa, hermosos
campos enfermos, arbolitos negros.
Traza la cruz. No ocultes lo que eres.
Son dos espadas. Más que suficiente.
No vuelvas a ocultarte y a perderte:
harás que otros se oculten y se pierdan.
Hermosa música de europa, hermosas
coronas de van eyck, cuánto te gustan
esas cosas, y llaman los silbatos
y tienes que salir, y la corona
de espinas cierra todas las salidas.
Los cráteres del dieciséis, coronas
de van eyck a la entrada de las cuadras
y caballos de tiro agonizando,
caballos que no gustan, pobrecitos
caballos que no gustan, tan enormes;
bueyes y mulos muertos por los campos,
la ofrenda intemporal de los corderos
y negros arbolitos que no gustan.
Los cráteres del diecisiete, el ritmo
de las acompasadas baterías.
Basura de los cambios, de los cambios
pequeños y de las revoluciones,
de todas las mudanzas caprichosas
acompañadas de estupor y sangre.
Se tendrían que haber quedado en casa
para gozar de su razón tan pura
de su conocimiento ilimitado.
El cielo para el hombre sin los hombres.
Lección de caridad del poverello
e insalvable frontera para el asco:
hermanas ratas que salís del vientre
de los caballos muertos, tan felices,
tan bien alimentadas, tan orondas.
Hermano piojo, hermana garrapata.
Miseria del orgullo luterano,
de su Yo mí me para mí conmigo.
Y no te acuerdas ya de aquellos días,
de que era blanco el pan y bueno el vino.
Nubecitas de gas, enmascarados,
si hemos perdido incluso nuestro rostro,
también la imagen y la semejanza.
Y la tapicería interrumpida,
a medias, en el corazón de europa.
Y el valle inmenso de los huesos secos,
como un inacabable siglo oscuro.
Tomar, una tras otra, equivocadas
decisiones, caminos que llevaban
al valle sólo de los huesos secos.
Bastardos, devolvednos las legiones.

(Estocolmo, 2017)

(de Sábado)



16 noviembre 2018

la calle de la reina ester

(Tel Aviv, 23 de octubre de 2018)

16 junio 2016

noches blancas


¿Qué piensa mi niña

cuando insomne pasa

por los puentes negros

de las noches blancas?

 

¿Qué piensa mi niña,

qué olvida mi amada,

en las cortas noches

que nunca se acaban?

 

No duerme mi niña,

no duerme mi amada.

El alba no viene

y el sol no se marcha.

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23 diciembre 2015

divna ljubojevic

dice el Credo y canta a a María.

12 septiembre 2014

lo imposible

Todos los géneros (y empleo la palabra en un sentido muy amplio, que va mucho más allá de lo literario) son traducibles. En unos, se pierde más; en otros, menos, e incluso prácticamente nada. Todos los géneros son traducibles, menos uno, en el que el resultado, por espléndido que sea, deja de pertenecer a ese género. Los prospectos y las instrucciones de uso serían los géneros en los que la traducción es muy difícil que no sea fiel. En los escritos puramente tecnológicos, si el traductor está bien formado, es también muy difícil que su texto varíe en lo esencial del texto de partida. Con la literatura científica hay que llevar más cuidado, pero, lo mismo: si el traductor conoce un poco las reglas del lenguaje específico que está traduciendo, el lector no echará de menos leer ese texto en el idioma en que fue escrito. En el cuento, la novela y el teatro en prosa, el lector, sean cuales fueren las cualidades del traductor, tendría que recriminarse no saber lo suficiente del idioma en que esos textos han sido escritos para poder disfrutarlos sin intermediarios (un inciso: muchos buenos lectores de, digamos, novelas traducidas del inglés, podrían, utilizando el tiempo que dedican durante dos o tres años a la lectura de varias obras de setecientas o mil páginas, aprender lo suficiente de ese idioma para leerlo directamente). Pero, por intraducible que sea el estilo del autor, y muy personales sus características, una novela se puede traducir con garantías, y el lector puede estar seguro de que no se ha perdido demasiado del original. Una novela traducida sigue siendo una novela. Aunque a algunos les pueda resultar paradójico, la historia, cuando está escrita por un verdadero historiador y no por un ordenador de datos, pierde más que la novela a la hora de ser traducida. En la novela, hay algo que pertenece a la épica, pero en la historia, no hay algo, sino mucho. Y la épica tiene una piel que se deja traducir dócilmente, pero un corazón que consiente con muchas dificultades. Sólo el Tolstoi de Guerra y paz y el Dickens de Historia de dos ciudades, y otros pocos más, pueden emocionar cuando tratan asuntos de historia como lo hacen Tucídides, Tácito o Victor Davis Hanson (para no jugar con la ventaja que ofrecen los clásicos), y, a mayor grado de emoción, mayores dificultades y más probabilidades de fracaso para el traductor. Seguimos avanzando por esta escala y nos encontramos con la filosofía. Seguramente, no es lo mismo traducir a Aristóteles que a Platón; a Hegel que a Kierkegaard. En la filosofía, el lenguaje es concreto cuando se quiere y esquivo e intraducible, si no damos excesivos rodeos, cuando no queremos decir la cosa sino nuestra aproximación a ella. Y en la filosofía, además, sobre todo si vamos a los presocráticos o a alguien como Heidegger, que querría haberlo sido, hay un mundo de metáforas que sólo funcionan naturalmente dentro del lenguaje en que fueron concebidas. Este paso nos llevaría también a cierto tipo de ensayo que concede una gran importancia a la reflexión sobre las etimologías o sobre los significados adheridos al significado primero de las palabras. Hasta aquí los géneros que se pueden traducir con más o menos garantías. Hemos visto, en cualquier caso, que, en algunos de ellos, hay elementos que se resistirán siempre, por mucha pericia que tenga el traductor.

La poesía es, quizá, el menos artificial de los géneros literarios (entendiendo por artificial el alejamiento del léxico y de la sintaxis del habla común). La Epístola a Arias Montano se lee, cuatro siglos y medio después, con menos dificultad que la Guía de pecadores, y los poemas de Fray Luis de León (un arriesgado y espléndido traductor también) más fácilmente que su prosa (por mucho que constituya siempre una delicia sumergirse en ella). Esto debería ser una ventaja a la hora de traducirla. También debería serlo su estructura aparente, su fachada, que se puede imitar, con más o menos trabajo, cuando se la quiere pasar de una lengua a otra. La acentuación de los versos, las rimas, las estrofas: repetir todo eso en la lengua de llegada, incluso conservando el sentido, es algo al alcance de cualquier traductor familiarizado con la cara visible de la poesía. Es una tarea que pertenece más a la vista que al oído, aunque éste ayude a que el resultado final se pueda leer con algún agrado. Y las metáforas y las demás figuras, y los símbolos, se pueden conservar casi siempre en su integridad o con mínimas variaciones aceptables. E incluso se pueden imitar en la traducción las aliteraciones (aunque ahí comencemos a adentrarnos en el terreno de lo imposible). ¿Por qué, entonces, la poesía es el único género que deja de serlo, que pierde su alma, cuando pasa a otro idioma? ¿Por qué existe ese abismo entre la poesía y la poesía traducida, y no, por ejemplo, entre la novela y la novela traducida? Para mí, hay una razón que puede explicarlo y otra que, sin duda, lo explica. Puede explicarlo el hecho de que todas esas cosas que hemos citado (lenguaje natural, estructura métrica, metáforas y demás) conviven en equilibrio inestable; se necesitan entre ellas y el poema las necesita en el lugar y en el tiempo precisos; sólo tienen sentido ahí, y cualquier desplazamiento o ausencia de una de ellas provoca que el edificio se venga abajo. Ésta es, digamos, la razón, la explicación clásica de por qué es imposible traducir poesía sin que ésta se nos muera por el camino. Pero, como decía, hay otra que, para mí, lo explica mejor: la poesía no viene o no viene solamente de todas esas cosas (lenguaje natural, estructura métrica, metáforas y demás) ni de la lograda y compleja armonía entre todas ellas. El alma última de la poesía no pertenece a la literatura, sino a una tierra de nadie situada entre la literatura y la música. La poesía está en cada sonido del poema en relación con todos los demás sonidos y en una determinada andadura de la sintaxis, y ésta es una materia intraducible, pues pertenece exclusivamente a la lengua de partida y al modo exacto e insustituible en que aparece en el poema original. El resultado, como decía al principio, puede ser espléndido, pero no será nunca poesía: será poesía traducida, es decir, otro género, pues es prácticamente imposible que esa especie de música (que ya es otra) vuelva a estar indisolublemente unida al sentido, pues no ha nacido con él.

Y, entonces, ¿qué pasa con todas esas traducciones que nos han hecho descubrir la poesía de otras edades y otras lenguas, que nos han acercado, aunque sea imperfectamente, al corazón de otros poetas y otras culturas? Pues que siguen siendo imprescindibles, porque, a través de ellas, aunque ya no se las pueda llamar poesía, sobrevive algo de su superabundancia, de su extraña razón de ser.

Panamá. Octubre, 2013

 

22 marzo 2013

misericordia y mérito


“If the strict Calvinists had known the Paradiso of Dante as well as they knew their Old Testament, their theology might have found more adherence among the merciful, for the Paradiso is a triumphant song of mercy, of love, and of the final triumph of every soul that has sincerely hoped in, or sought, the truth, even if the truth were not crowned in its fullness in this world.”

“And Dante, put by Raphael without protest from the Church Militant, among the Doctors of the Faith, glorifies Trajan among the Saved and opens Heaven to Cato. This shows, by the way, the falsity of the Voltairean mauvais mot, that all the people worth meeting are in Hell!”

(Maurice Francis Egan, Confessions of a Book-Lover, 1922)

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31 diciembre 2012

toc-toc


Arbolitos del frío
que oye mi amada
mecidos por el viento
de la mañana.

Arbolitos dormidos
que ve mi amada
bajo la blanca luna
de las heladas.

Mi bien amada oía
que alguien llamaba,
toc-toc, a los cristales
de su ventana.

Y tan sólo veía
si se acercaba
que su cara de niña
la contemplaba.

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