el frente occidental
Los taludes, los cráteres del quince,
los fangales, las minas desertadas,
las brumas y la grande polvareda
de la parís-roubaix. Las catedrales
con sus cruces de hierro y sus madonas
de plata, los altares desertados
y la tapicería interrumpida,
a medias en el corazón de europa,
a medias entre ser y enemistarse
consigo misma y conseguir muy poco,
por más que fuese Dios el desafío
y se aspirase a todo por lo tanto.
La inagotable y sabia artillería:
te gustan esas cosas, cuando el tiempo
se acorta entre un impacto y el siguiente,
y ya no hay miedo, sólo estruendo y gozo.
Música de los campos que enfermaron,
hermosa música de europa, hermosos
campos enfermos, arbolitos negros.
Traza la cruz. No ocultes lo que eres.
Son dos espadas. Más que suficiente.
No vuelvas a ocultarte y a perderte:
harás que otros se oculten y se pierdan.
Hermosa música de europa, hermosas
coronas de van eyck, cuánto te gustan
esas cosas, y llaman los silbatos
y tienes que salir, y la corona
de espinas cierra todas las salidas.
Los cráteres del dieciséis, coronas
de van eyck a la entrada de las cuadras
y caballos de tiro agonizando,
caballos que no gustan, pobrecitos
caballos que no gustan, tan enormes;
bueyes y mulos muertos por los campos,
la ofrenda intemporal de los corderos
y negros arbolitos que no gustan.
Los cráteres del diecisiete, el ritmo
de las acompasadas baterías.
Basura de los cambios, de los cambios
pequeños y de las revoluciones,
de todas las mudanzas caprichosas
acompañadas de estupor y sangre.
Se tendrían que haber quedado en casa
para gozar de su razón tan pura
de su conocimiento ilimitado.
El cielo para el hombre sin los hombres.
Lección de caridad del poverello
e insalvable frontera para el asco:
hermanas ratas que salís del vientre
de los caballos muertos, tan felices,
tan bien alimentadas, tan orondas.
Hermano piojo, hermana garrapata.
Miseria del orgullo luterano,
de su Yo mí me para mí conmigo.
Y no te acuerdas ya de aquellos días,
de que era blanco el pan y bueno el vino.
Nubecitas de gas, enmascarados,
si hemos perdido incluso nuestro rostro,
también la imagen y la semejanza.
Y la tapicería interrumpida,
a medias, en el corazón de europa.
Y el valle inmenso de los huesos secos,
como un inacabable siglo oscuro.
Tomar, una tras otra, equivocadas
decisiones, caminos que llevaban
al valle sólo de los huesos secos.
Bastardos, devolvednos las legiones.
(Estocolmo, 2017)
(de Sábado)
los fangales, las minas desertadas,
las brumas y la grande polvareda
de la parís-roubaix. Las catedrales
con sus cruces de hierro y sus madonas
de plata, los altares desertados
y la tapicería interrumpida,
a medias en el corazón de europa,
a medias entre ser y enemistarse
consigo misma y conseguir muy poco,
por más que fuese Dios el desafío
y se aspirase a todo por lo tanto.
La inagotable y sabia artillería:
te gustan esas cosas, cuando el tiempo
se acorta entre un impacto y el siguiente,
y ya no hay miedo, sólo estruendo y gozo.
Música de los campos que enfermaron,
hermosa música de europa, hermosos
campos enfermos, arbolitos negros.
Traza la cruz. No ocultes lo que eres.
Son dos espadas. Más que suficiente.
No vuelvas a ocultarte y a perderte:
harás que otros se oculten y se pierdan.
Hermosa música de europa, hermosas
coronas de van eyck, cuánto te gustan
esas cosas, y llaman los silbatos
y tienes que salir, y la corona
de espinas cierra todas las salidas.
Los cráteres del dieciséis, coronas
de van eyck a la entrada de las cuadras
y caballos de tiro agonizando,
caballos que no gustan, pobrecitos
caballos que no gustan, tan enormes;
bueyes y mulos muertos por los campos,
la ofrenda intemporal de los corderos
y negros arbolitos que no gustan.
Los cráteres del diecisiete, el ritmo
de las acompasadas baterías.
Basura de los cambios, de los cambios
pequeños y de las revoluciones,
de todas las mudanzas caprichosas
acompañadas de estupor y sangre.
Se tendrían que haber quedado en casa
para gozar de su razón tan pura
de su conocimiento ilimitado.
El cielo para el hombre sin los hombres.
Lección de caridad del poverello
e insalvable frontera para el asco:
hermanas ratas que salís del vientre
de los caballos muertos, tan felices,
tan bien alimentadas, tan orondas.
Hermano piojo, hermana garrapata.
Miseria del orgullo luterano,
de su Yo mí me para mí conmigo.
Y no te acuerdas ya de aquellos días,
de que era blanco el pan y bueno el vino.
Nubecitas de gas, enmascarados,
si hemos perdido incluso nuestro rostro,
también la imagen y la semejanza.
Y la tapicería interrumpida,
a medias, en el corazón de europa.
Y el valle inmenso de los huesos secos,
como un inacabable siglo oscuro.
Tomar, una tras otra, equivocadas
decisiones, caminos que llevaban
al valle sólo de los huesos secos.
Bastardos, devolvednos las legiones.
(Estocolmo, 2017)
(de Sábado)