caja 41
Un facsímil de la edición de 1923 de Hampa, de José del Río Sáinz. Allí puedo leer ecos muy recientes de un desastre: “Si es que algún día, lector, visitas / estos hostales que aquí te pinto / y necesitas / que algo muy fuerte hiera tu instinto, / a una ramera di que te muestre / la sala donde se celebraba / la bacanal, / el mismo día en que Silvestre / se suicidaba / al ver su ejército roto en Annual.” También de José del Río Sáinz, Siete sonetos. Una antología de Antonio Hurtado de Mendoza. Novelas de caballerías. Y, de improviso, van apareciendo clásicos grecolatinos. Las obras morales de Plutarco. La Germania, de Tácito: “Germania omnis a Gallis Raetisque et Pannoniis Rheno et Danuvio fluminibus, a Sarmatis Dacisque mutuo metu aut montibus separatur...” Algo propio de las almas, ese miedo mutuo, en medio de una enumeración de accidentes geográficos, como un motivo más de separación: ¿puede empezar mejor un libro? El Apologeticum, de Tertuliano. Una Eneida. Los pensamientos de Marco Aurelio. Las Istmícas, de Píndaro. ¿Por qué la gente no lee estas cosas? La Metamorfosis, de Apuleyo. Una antología de poetas líricos griegos (Safo, Alceo, Anacreonte, Íbico). Pero el grueso de estos clásicos debe de venir en otras cajas, porque, ahora, lo que aparece es literatura de nuestros siglos de oro: La humildad coronada, de Calderón. Dichos de luz y amor, de san Juan de la Cruz. El Cántico Espiritual, también de san Juan de la Cruz. Poemas de Antonio Enríquez Gómez. Poesía satírica y burlesca. La batalla de Pavía y prisión del rey Francisco, de Cristóbal de Monroy y Silva. Cosas de Juan de Valdés. Literatura erudita. Cervantes, entre vida y creación, de Jean Canavaggio. Y, de otras épocas, la edición de Julia Castillo del Cancionero de Garci Sánchez de Badajoz: “Mas penado y mas perdido / y menos arrepentido”; los romances del Duque de Rivas; Libro de la orden de caballería, de Ramon Llull; cosas de y sobre el Marqués de Santillana; la estupenda edición de Alberto Montaner del Cantar de Mio Cid, con el imprescindible estudio preliminar de Francisco Rico, y el Corominas.
Etiquetas: cajas, literatura latina, poesía española
4 Comments:
Bueno, la gente no lee esas cosas, ni muchas otras, querido amigo. En realidad la gente no lee nada o sólo lee novedades, muchas de las cuales son basura editorial, claro.
Otra cosa, ¿a qué te refieres con literatura erudita? ¿de qué libros se trata?
De libros sobre literatura, Alfredo.
¡Casualidad! Anoche oí, por primera vez,hablar de Hampa, a Ignacio Gómez de Liaño, y ciertamente me despertó la curiosidad.
Saludos.
Sí, ya es casualidad. Saludos, Luis.
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