caja 7
Nada más abrirla, La caja de plata y El otro sueño, de Luis Alberto. La dedicatoria del primero lleva fecha de 20 de febrero de 1985 y dice: “Para Julio, que también escribió este libro. De su amigo fiel.” No escribí también ese libro, pero sí lo oí crecer poema a poema. Digo oí, porque, durante la década de los ochenta, siempre que él o yo hacíamos un poema, inmediatamente llamábamos al otro para leérselo. Si dudábamos de algún verso, pedíamos consejo, aunque yo poco podía ofrecer; si teníamos variantes, preguntábamos cuál de ellas quedaba mejor. Entre las muchas cosas que aprendí de él por entonces, la de elegir la solución más clara y directa, no siempre he sabido aplicarla. Tampoco he sabido limpiar de términos abstractos mi poesía. Será una cuestión de carácter. Siguen después más libros de Renacimiento: Raro y Jarvis, de Lorenzo Martín del Burgo. Una extraña ciudad, de José Mateos. Las canciones del alba, de José Julio Cabanillas. El último de la fiesta, de Carlos Marzal. El frente de Madrid y Tren de vida, de Fernando Lanzas. El hacha y la rosa, también de Luis Alberto. Pabellones, de Vicente Tortajada. Hacia otra luz más pura, de Miguel d’Ors. Y varios más, aunque echo en falta algunos. Estarán en otra caja o en otra ciudad. Revistas, plaquettes. Aquí sólo viene poesía contemporánea o, más bien, poesía de hace nada. Incluso cosas mías: Fragmentos de Europa y algunos cuadernillos. También aparece lo primero que publicó Vicente Gallego. El coleccionista y Los sueños, de María Victoria Atencia, que lleva esta dedicatoria de (¡Dios mío!) 21 de junio de 1977: “Para JMM, en recuerdo de un día de dubbia letizia e certa doglia. Cariñosamente.” Esa alegría y ese dolor son de Miguel Ángel. Algo le había escrito yo al respecto y ella, gentilmente, me lo recordó a su vez. Jugar en serio, de alguien que dice llamarse también Fernando López de Artieta. Algún interminable mérito, de Pedro Antonio Urbina. Intemperie, de Álvaro García. Más de Luis Alberto de Cuenca: varias plaquettes y Poesía 1970-1989, con prólogo mío. Conocimiento del medio, de Ángel Guinda. Las afueras, de Pablo García Casado. Varios libros de José Luis García Martín. Poesia espanhola de agora, de Joaquim Manuel Magalhaes. Espejos, de Abelardo Linares. Y muchos más, porque los libros de poesía no ocupan gran cosa.
Etiquetas: cajas, luis alberto, miguel ángel, poesía española, poesía italiana
6 Comments:
No ocupan lugar, apenas, en las cajas. Pero se hacen sitio en la vida, algunas veces. Mucho antes de haberte leído sabía de tu existencia por las palabras elogiosas, elogiosísimas, que te dedica L.A. de Cuenca, de quien conocía La caja de plata. Pensaba yo ¿quién será este JMM? Me parecía que si te admiraba él, yo también debería, puesto que yo le admiraba a él como poeta. Propiedad transitiva se llama la figura, que parece título de libro de poemas de ahora. Cuando te leí, comprendí por qué te admiraba y te elogiaba. Y, efectivamente, se cumplió la propiedad transitiva.
Un abrazo.
Las cajas son el reflejo del poeta. Su alma.
"Jugar en serio" es fabuloso.
Gracias por tu generosidad, querido Paco.
Sí, Javier, pero también reflejan los muchos caminos equivocados que, obstinadamente, ha recorrido.
¡Y tanto, F.A. Guevara!
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