caja 40
De todo un poco. Para empezar, Frei Luís de Sousa e Um auto de Gil Vicente, de Almeida Garrett, que me trajo Luis Alberto de Cuenca de un viaje a Lisboa allá por el 74 ó el 75. Una antología de W. B. Yeats. Las cartas de Tolstoi. Los Emblemas de Alciato. El volumen dedicado a Swift en la BLU. Utopía, de Tomás Moro. Digenís Akritas. Poemas de Poe. Sonetos de Shakespeare. Cosas de Wilde. Vita nuova y Rime, de Dante. I promessi sposi, de Manzoni. El Decameron, de Boccaccio. Nord, de Céline. El Rey Arturo y su mundo, de Carlos Alvar. Gog, de Papini. Dialoghi con Leucò, de Pavese. Una Divina Commedia que me regaló José del Río Mons. La edición de Carlos García Gual y de Luis Alberto de Cuenca de Lanzarote del Lago o El caballero de la carreta. Los Lais de María de Francia. El dolce stil nuovo, de Carlos Alvar. Una edición de bolsillo de la Commedia de Dante. Me ha acompañado durante más de treinta años. Destartalada, usadísima. Quizá sea el libro que más veces he leído, y el que más veces he abierto y ojeado. Entre sus páginas, una ficha con citas del primer canto del Infierno (por ejemplo: “… là dove ‘l sol tace”) y unas notas sobre Lucano. También entre sus páginas, un billete de metro del 28-X-79, otro del 27-III-84, una tarjeta de embarque Madrid-Lisboa de 29 de mayo (de 2002), una postalita con corazones que debió acompañar algún regalo y dice “This is special for you”; y este endecasílabo, quizá mío, escrito en un papel de Mundiespaña 82: “la confianza también es la caída”. Baudelaire. Las poesías de Villon. Los Triunfos de Petrarca. Las cartas desde España de Rilke. Una antología de Camoens. El Chiquillo, de Pascoli. Tesoros y otras magias, de Cunqueiro. Varias cosas de Álvaro Mutis. Varias sobre José Jiménez Lozano. Las elegías de Duino, de Rilke. Mi primer contacto con Rilke se lo debo a Crista Brackelmanns. Fue en el 74. Me recomendó leer, y nunca se lo agradeceré bastante, la traducción de Torrente Ballester de las Elegías y de Réquiem. Del texto alemán, me contentaba con el poder evocador de las rimas (p.e., “Zeit” / “Krankheit”, “tiempo” / “enfermedad”). El Cantar de la Gesta de Igor. Las Cartas Marruecas, de Cadalso. Héroes del sur, de Pedro Garfias. Cosas de Gerardo Diego. Una edición italiana de El sueño del humanismo (de Petrarca a Erasmo), de Francisco Rico. Ámbito, de Vicente Aleixandre. Jorge Manrique en italiano. Más cosas de Álvaro Mutis. Geografía, de Max Aub. Versión celeste, de Juan Larrea. Fin de un amor, de Manuel Altolaguirre. La edición de José Luis García Martín de Siglo pasado, de Clarín. El capitancito, de José del Río Sáinz. El mal poema, de Manuel Machado. Cosas de Marquina. Un libro sobre Gabriel Aresti. El otoño de las rosas, de Francisco Brines.
6 Comments:
Espero que esos SONETOS de Shakespeare sean los que tradujo José María para Pre-textos. Esa traducción es una obra de arte, amigo Julio, hoy ya inencontrable, por cierto.
En cualquier caso, gracias por todas estas recomendaciones maravillosas que van saliendo de esas cajas mágicas que aún sigues pacientemente desembalando, y que son como la flor de loto azul...
Yo también me he acordado estos días, repasando el librito de Langlois, de aquella traducción de las Elegías que devolvíamos y volvíamos a sacar en el Instituto alemán. Langlois, hablando de su descubrimiento en plena adolescencia dice "qué terribles, qué inolvidables las Elegías de Duino a los quince años!" Sí que es verdad, a los quince o a los diecisiete. Aunque no más que Villamediana -aquel Icaro- y, sobre todo, Aldana, que me descubriste tú: En fin, en fin...
Yo creo que ya en aquellos años de la Facultad llevabas la Commedia en el bolsillo, y el cuaderno con los poemas que escribías en clase en vez de coger apuntes. Listo que eras.
Gran caja.
Alfredo, me temo que ésos vienen en otra caja.
Crista, ¡cuántas veces, y en vano, he buscado luego ese libro! Siempre se me ha hecho extraño leer esos poemas de Rilke en otras versiones, fueran mejores o no.
Es que, de momento, hay suerte, Alfredo. Pero ya vendrán las peores.
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