06 julio 2007

bronwyn

La amada redime: “Te vi para saber que soy eterno. / No importa que esté muerto junto al mar.” Pero es también un abismo: “Siempre está junto a mí ese precipicio, / la carencia absoluta de tu ser.” Hace ya treinta y seis años, y de forma casual, leí unos pocos versos de Bronwyn. Era verano; creo que julio, como ahora. Desde entonces, de una manera que yo mismo ni me sé explicar, esos versos han seguido resonando en mis oídos y, con el paso del tiempo, a ésos se han ido uniendo otros de Cirlot, que han ejercido sobre mí el mismo poder, la misma fascinación, que aquellos que leí de adolescente. Será porque se trata de una poesía sin tiempo, de una poesía que nos devuelve al alba de la poesía, de una poesía que nos quiere eternamente jóvenes. Escribe Cirlot a propósito de La quête de Bronwyn: “Nunca ocultaría que mi interés por la aliteración (sea estricta o no) deriva de influencias medievales (literaturas céltica galesa e irlandesa, altogermánica y escandinava-islandesa), pues en estas obras –cuyo sentido he penetrado en traducción inglesa, pero cuyo sistema he visto directamente en los originales- he encontrado una inmensa belleza sonora que no sé si, en mi castellano, he podido evocar”. Yo tampoco sé si Cirlot logró evocar justamente esa belleza sonora, pero no creo que importe demasiado. Sé, eso sí, que difícilmente el castellano volverá a ser tan sonoro en ningún otro poeta; tan sonoro e inasible y, a la vez, tan abierto al sentido.


Brillante Bronwyn, Bronwyn del abismo
del abismo absoluto de mí mismo.
Brabante es el instante más distante.
Nunca lo encontraré porque en lo nunca
voy errante.

La nada junto a mí como lo nunca,
sangre como de sangre sólo sangre.

Eran las escaleras, pero no eras.

El cielo se celaba sobre el cieno
y las encinas ciegas de ceniza
alzaban en su alzar lo que soñaban,
lo que soñara el cielo sobre el cieno.

Eran las eras grises, mensajeras,
eran las mensajeras de las eras,
eran las mensajeras de las horas,
eran ya sin mensaje las auroras.


(Juan Eduardo Cirlot, La quête de Bronwyn, 1971)

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16 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Creo sinceramente que hay almas que se configuran en la vida de dentro hacia fuera, y otras que tienen que hacerlo al revés. Aquéllas andan tocadas de un cierto aire divino, de ahí la dirección de su quehacer vital. Ese aire, esa gracia especial, las dota de coherencias internas, inexplicables muchas veces para ellas mismas (“…de una manera que yo mismo ni me sé explicar, esos versos han seguido resonando en mis oídos…”). Estas almas, por lo general, están llamadas a tirar de diferentes formas de las otras, de las que se configuran de fuera hacia dentro, de las que, careciendo de aquel “aire”, gozan sin embargo de otra misión divina: encontrar a las primeras. Aunque esta misión de buscar la excelencia es tarea moral que a todas corresponde.
Espléndido Cirlot en este poema; normal en ti la “resonancia” inexplicada, la coherencia inexplicable.

07 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Después de la amada-peligro mortal, bien por esa amada que redime.
Y bien por el comentario de Antonio Azuaga, tan oportuno y tan cirlotiano, con esa reflexión sobre el fuera y el dentro. Porque el poema es espléndido, pero estaba dificilito. Parecía colgado, después del revuelo de la entrada anterior, en plan "a ver quien es el guapo que hoy se atreve".
También Cirlot, más en la línea de lo de Figueroa de ayer (pura hipérbole a mi entender, que es lo propio de la poesía amorosa, sin que por eso haya que considerar ni idólatras a los poetas -que eran hombres de fe recia-, ni tampoco duras, bravas y anonadantes a sus amadas -que seguro que eran bastante normalitas-), y a vueltas con el dentro y el fuera, dice:
"Tú estás dentro de mí y estarás viva/
cuando digan de mí que ya no existo."
Ahí es nada.

07 julio, 2007  
Blogger Adaldrida said...

Qué dos versos, se me van a quedar tatuados a mí también. Ayyyy: el mordisco.

07 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Antonio, esas almas que se configuran desde dentro hacia fuera tienen que vérselas a menudo con el caos, con su propio caos. Además, no suelen actuar con método, sino a impulsos. Su coherencia (que la tienen) está referida a un único designio y no profundizan en nada que no alimente ese designio (que ni conocen). Si al menos esto supusiera un drama para ellas, serían ricas; si al menos supieran lo que anhelan, tendrían voluntad, se obligarían a sí mismas.

08 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

¡Qué cosas dices, Cristina! Puse este Bronwyn por Cirlot y sin pensar en nada más. En cuanto a idolatría de la amada, ¿no te parece que ahí, en Bronwyn, tenemos un buen ejemplo? Creo recordar que en uno de sus versos hasta la llama "la llena de gracia". Y disiento: puede que ni duras ni bravas, pero tampoco bastante normalitas. A ningún enamorado se le puede decir eso de su amada, y menos aún a los idólatras.

08 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

¿Te refieres, Rocío, a los que cita Cristina? Son hermosísimos.

Tú estás dentro de mí y estarás viva
cuando digan de mí que ya no existo.

Ahí es nada.

08 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Amigo mío, no se puede “actuar con método” si lo que se encuentra es un aire divino, que inevitablemente chocará con el caos exterior e interior. En cuanto a la voluntad, está concedida a todas las almas como crédito de su libertad. Hay, pues, que obligarse para que ese “aire” fluya sin “saber” qué se anhela, sino por “fe” en el anhelo que se siente. ¡No me digas ahora que vas a pecar de abulia!

08 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

No, de eso sabes bien que no peco. ¡Ni de abulia ni de bulimia!

08 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

No, Julio, Rocío creo que se refiere a los primeros versos de tu entrada , a los que se te quedaron dentro: “Te vi para saber que soy eterno. / No importa que esté muerto junto al mar.” Ésos son los de más mordisco y más Ayyy.

08 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Tengo mis dudas, Cristina. Comparándolos, no sabría con cuáles quedarme, pero creo que Rocío se refiere a los dos que tú citas.

08 julio, 2007  
Blogger Jesús Beades said...

Ay, yo, como suelo, me lancé a un furor bronwyniano, escribiendo un libro poema a una "Iris". Afortunadamente, ese libro poema está sepultado en un ordenador tan anticuado y fuera del campo tecnológico, que ya nadie lo conectará, ni leerá los miles de versos nonatos. Pero recuerdo un verso:

"El oro de la aurora, Iris, eras".

Yo empecé a cirlotear, y aún no he salido del laberinto Bronwyn, con el hilo que me dio Ariadna-Bronwyn, "buscando no se sabe bien qué cosas".

11 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

¿Y quién puede salir de ese laberinto, Jesús? Deberías hacer un esfuerzo tecnológico y rescatar el poema. No creo que nada de lo que hayas escrito o escribas merezca ese triste destino.

11 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

¡Hola, Jesús Beades! Ya que te veo por aquí, aprovecho para decirte que me pareció genial tu interpretación, hace unos días y en Al margen de los ídem, del hilo de Ariadna como prefiguración de ese otro hilo al que se refiere Chesterton.

Quizá podríamos decir, entonces, que "(...) le cogí (al buscador de no se sabe bien qué cosas) con un anzuelo y una caña invisibles, lo bastante largos como para dejarle caminar hasta el fondo del laberinto y hacerle regresar con un tirón del hilo (...)"

Y, con permiso del amable y hospitalario dueño del Blog, puestos ya a aprovechar, muy bueno también lo de los versos alfilados...

11 julio, 2007  
Blogger Jesús Beades said...

Qué buena esta blogmiscuidad, CB, gracias por tus comentarios.

12 julio, 2007  
Anonymous Boscán said...

Me meto en las profundidades de tu blog, que ya tiene su pasado y sus resonancias, para descubrir esta entrada que en su día no vi o no supe ver. Ahora la entiendo. Gracias por abrirme otro filón de las minas de tu quehacer poético. ¿En qué estaba pensando cuando a los quince leía a JR Jiménez en vez de hundirme en Cirlot?

04 enero, 2010  
Blogger julio martínez mesanza said...

¡Pues no era tampoco mala lectura la de JRJ a los quince, Boscán! Ésos, además, son encuentros buscados. El mío con Cirlot fue pura casualidad.

04 enero, 2010  

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