de repente, tel aviv
Hoy, que el cielo no era azul. Hoy, que el mar era aún más gris que el cielo. El mar, que pude ver a mi derecha, al fondo y por un instante, entre dos filas de casas. Hoy, que no sé qué entusiasmo me hacía caminar más rápido aún que de costumbre. Hoy, que me llevaban vete a saber qué alas. Hoy me he dicho: te has enamorado de esta ciudad.
Etiquetas: tel aviv
6 Comments:
Muchas felicidades.
Gracias, Juan.
Me alegro muchísimo, Julio. Me alegro de que estés tan a gusto por aquellas lejanas tierras. Esperamos más poemas tuyos del Desierto. Abrazos helados desde Pamplona.
Bueno, Alfredo, el desierto viene cuando quiere. No hay que ir a buscarlo.
Pues será verdad que uno se enamora cuando menos se lo espera y de quien menos se lo espera... Hasta los mares y los cielos grises han sido susceptibles de provocarte pasión...
Sí, Christi. Pero no cualquier cielo ni cualquier mar: los que vi desde Frishman aquella tarde.
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