Lo realmente distinto de algunas grandes plazas abiertas respecto del campo es que, en las primeras, desde el silencio y la pequeñez uno puede ver el movimiento desde fuera (allá, en la avenida) y ver como allá todos se creen tan grandes y estar llevando temas tan importantes.
El mismo efecto terapéutico se podría obtener en el campo si desde el mismo se pudiera ver la silueta de una gran ciudad y sus movimientos.
Si lo pienso poniendome en la misma situacion que plantea Ramon, el estar sola en una planicie enorme de verde cesped o la de estar sola en una enorme avenida sin transeuntes, coches.. es la misma soledad. Pero si en esa avenida estoy sola y sin embargo hay semaforos a los que debo prestar atencion, perros, niños,.. invadiendo mi espacio, me siento chica. Si estoy sola en un amasijo de frondosa tierra, la sensacion es completamente distinta, me siento grande. Y si compartiera un trozo de ese espacio en mi soledad con mas gente, la sensacion seria igual de grata, me sentiria igual de feliz y orgullosa.
Así es como me siento, muy pequeña y menuda. Intento ser de otra manera, pero no puedo, y quizás, tampoco quiero. Pero cuando me ven grande y me descubren, para mí, eso es un gran problema; porque mostrarse tal y como se es, no va en esta sociedad.
No lo sé. Yo a veces me como el mundo (o tengo muchas ganas) y otras me siento muy pequeña, en campo abierto, en la llanura, en la ciudad y hasta en una habitación. Es una pequeñez que no puede arroparse con espacios que la guarden, pero sí incrementarse ante lo inmenso. Crece como las dudas, uno no sabe si realmente está desamparado. Pero también una llanura ensancha los pulmones, da una cierta ilusión o una esperanza de libertad. A veces. Si tuviera que elegir, preferiría una llanura infinita. Puestos a ser vulnerables, que no exista la posibilidad de esconderse ni como tentación, y que el horizonte se vea entero.
Te haces desear. Me gustaría que hablaras sobre los libros que has perdido en tus traslados, y si esa pérdida te ha traído plenitud o desasosiego. Gonzalo.
En Brasilia, donde curiosamente no hay plazas, me siento muy pequeñita, porque aquí todo es abierto, inmenso, vacio, silencioso y porque la ciudad fue creada para eso. Afortunadamente esa amplitud permite disfrutar de un cielo espectacular, también inmenso, y no tengo más que mirarlo para recuperar mi tamaño original. Un beso.
10 Comments:
Pues yo hubiera dicho que sí, pero no importa.
Lo realmente distinto de algunas grandes plazas abiertas respecto del campo es que, en las primeras, desde el silencio y la pequeñez uno puede ver el movimiento desde fuera (allá, en la avenida) y ver como allá todos se creen tan grandes y estar llevando temas tan importantes.
El mismo efecto terapéutico se podría obtener en el campo si desde el mismo se pudiera ver la silueta de una gran ciudad y sus movimientos.
Cuando me siento más pequeñito es cuando me siento solo, en soledad.
Saludos.
Si lo pienso poniendome en la misma situacion que plantea Ramon, el estar sola en una planicie enorme de verde cesped o la de estar sola en una enorme avenida sin transeuntes, coches.. es la misma soledad.
Pero si en esa avenida estoy sola y sin embargo hay semaforos a los que debo prestar atencion, perros, niños,.. invadiendo mi espacio, me siento chica. Si estoy sola en un amasijo de frondosa tierra, la sensacion es completamente distinta, me siento grande. Y si compartiera un trozo de ese espacio en mi soledad con mas gente, la sensacion seria igual de grata, me sentiria igual de feliz y orgullosa.
Así es como me siento, muy pequeña y menuda. Intento ser de otra manera, pero no puedo, y quizás, tampoco quiero.
Pero cuando me ven grande y me descubren, para mí, eso es un gran problema; porque mostrarse tal y como se es, no va en esta sociedad.
Saludos.
No lo sé. Yo a veces me como el mundo (o tengo muchas ganas) y otras me siento muy pequeña, en campo abierto, en la llanura, en la ciudad y hasta en una habitación. Es una pequeñez que no puede arroparse con espacios que la guarden, pero sí incrementarse ante lo inmenso. Crece como las dudas, uno no sabe si realmente está desamparado. Pero también una llanura ensancha los pulmones, da una cierta ilusión o una esperanza de libertad. A veces. Si tuviera que elegir, preferiría una llanura infinita. Puestos a ser vulnerables, que no exista la posibilidad de esconderse ni como tentación, y que el horizonte se vea entero.
Se echan de menos tus entradas, eso sí.
Yo también las estoy echando de menos.
Reciba un gran saludo.
Te haces desear. Me gustaría que hablaras sobre los libros que has perdido en tus traslados, y si esa pérdida te ha traído plenitud o desasosiego.
Gonzalo.
No creo que eso sea eso precisamente lo que quiera oír, Gonzalo. A lo mejor solo quiere un poco de paz.
En Brasilia, donde curiosamente no hay plazas, me siento muy pequeñita, porque aquí todo es abierto, inmenso, vacio, silencioso y porque la ciudad fue creada para eso.
Afortunadamente esa amplitud permite disfrutar de un cielo espectacular, también inmenso, y no tengo más que mirarlo para recuperar mi tamaño original.
Un beso.
¡Qué alegría verte por aquí, Begoña! Un beso.
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