08 marzo 2007

el círculo leibniz

"Cada hombre comprime en sí el mundo entero, cada hombre es una perspectiva del universo. Nadie puede fundirse con nadie; si acaso, solaparse, emparejarse, aparearse; porque nada nos permite abrir el alma del prójimo y ponernos en su lugar, ver el mundo con sus ojos. Cada hombre es único e insustituible.
-¿Y no puede uno acercarse a la visión del otro a través del amor? -le pregunta Reilly.
-Con el amor de Dios, es posible; con el nuestro, no -responde Fermín Vinuesa."
(Santiago Miralles, El Círculo Leibniz, 2006)

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7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Es el amor de Dios, y sólo él, lo que nos permite esperar que al amar logramos mucho más que una mera proyección de nuestra propia persona.
Hasta Descartes, el de la razón exacerbada, tuvo que buscar los puentes de Dios para sacar al hombre de su aislamiento.
Con esa condición, querido Julio, mañana el mar inmenso nos espera.

08 marzo, 2007  
Anonymous Anónimo said...

"¿Acaso tienes tú ojos de carne, o ves como el hombre ve?" , preguntó Job. Y Dios, entonces, vino a ponerse en su lugar y ver el mundo con sus ojos. Eso es amor.
Me alegra ver que este Blog ha tendido puentes a los anónimos y a los otros.
Un abrazo.

09 marzo, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Glup.¡Qué horror! En casa de Mesanza y con esos pelos. Usted perdone, son cosas del corta-pega, las prisas y esta ventanita traidora.
Repetimos:
-¿Acaso tienes ojos de carne? ¿Ves tú las cosas como las ven los hombres? -dijo Job(10,4). Entonces Dios se hizo carne, para ver las cosas con los ojos de los hombres, para ponerse en su lugar. En el más estricto sentido que cabe. Eso es amor.

No sé si así queda más peinado.

En cuanto a su elogio del converso,sí pero no. La verdad no necesita de la pasión, la provoca; si es sólo ley, no es la verdad. Sobre lo que seguía, lea por favor el Evangelio de hoy (Lucas,15), donde lo más importante es ese "entrando en sí mismo" (15,17), y sobre todo "estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente"(15,20). Dios tiene muy buena vista, y echa a correr casi antes de que el hijo se ponga en marcha. Un converso es puro agradecimienbto.

10 marzo, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Naturalmente que es puro agradecimiento. ¡Y claro que la verdad provoca pasión! Sin querer, más que un elogio del converso, he escrito un elogio de la pasión. Tal vez porque, injustamente, la pasión (en todas sus facetas) cada vez está más desacreditada, lo que me parece un poco triste.

"Entrando en sí mismo": preciso y hermoso. "Salir de uno mismo" sería enajenarse. "Entrar en uno mismo", hallarse. Pero el hijo pródigo, bien mirado, sólo vuelve cuando no tiene más que perder. Entra en su alma cuando el mundo se ha agotado. La única duda es: si el mundo todavía tuviera algo que darle y él algo que darle al mundo, ¿entraría en sí mismo? ¿volvería a la casa del padre?

P.S.: cualquier peinado es bien visto en esta casa y ése, además, era un buen peinado.

10 marzo, 2007  
Anonymous Anónimo said...

Vamos a ver, le cuento como lo veo yo:
1. El mundo siempre tiene algo más que dar, o que quitar. El mundo es un pozo sin fondo: el hijo podría haberse ido a probar suerte a otro país todavía más lejano, o haberse dado no ya a la mala vida sino a la peor; también podría haber robado las algarrobas de los cerdos o incluso haber robado un cerdo entero para comérselo.
2. El hijo no hace cálculos interesados: no piensa "como aquí no hay nada que rascar, me vuelvo para casa, lleno el estómago y después ya veremos". Con ese planteamiento el hijo seguiría fuera, no habría dado el gran paso, el paso del "in se autem reversus". Ese "no es esto, no es esto": ese leve movimiento del alma con el que comienza el regreso. Lo que el hijo descubre dentro de sí es que en ese país lejano él no vale nada, nadie vale nada, y que todo allí, más pronto o más tarde, acaba en algarrobas y en hambre.
3. ¿Que hacer ese descubrimiento resulta más fácil en la indigencia, que no en medio de la fiesta? Pues sí, ahí le doy la razón. Pero recuerde que se trata siempre de ir de la muerte a la vida, no de la vida a su negación.
Asi lo veo.

13 marzo, 2007  
Blogger Jesús Beades said...

¿Leistéis El Regreso del Hijo Pródigo, de André Gide? Su sentido último aún se me escapa, me parece.

Pero lo de irse muy lejos para ver si así nos entran ganas de volver, a veces pienso que es la única solución que nos queda (y no teóricamente, sino por experiencia lo digo; entiendo que no tenga sentido para otros).

20 abril, 2007  
Anonymous Anónimo said...

No la he leído, Jesús. La parábola del hijo pródigo es muy rica en sugerencias y cada sugerencia nos interroga de una manera determinada. Inagotable.

20 abril, 2007  

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